¡Albricias y parabienes!
El galápago constitucional se ha pronunciado, siete años después, y ha declarado constitucional el matrimonio entre personas del mismo sexo. Seis días tardó el dios creador en organizar el cosmos y parir el mundo, según la mitología católica, y al séptimo descansó. Siete años han tardado sus señorías en desmontar el recurso del Partido Episcopal y, ahora, la homosexualidad puede descansar, pero no mucho.
La goleada en el Tribunal Constitucional, 8-2, ha evidenciado la postura del PP al servicio de una casposa moralidad exenta de ética social. Lo que un gobierno del PSOE aprobó, con un respaldo de votos mayor que el actual del PP, ha estado amenazado durante siete largos años por la rancia guillotina de un pensamiento ultraconservador, muy abundante pero no mayoritario en España. El PP ha demostrado estar alejado de la pluralidad social y centrado en satisfacer a sus socios mitrados.
Hemos de felicitarnos porque las personas pueden elegir libremente y en igualdad de condiciones con quién celebrar sus contratos matrimoniales, porque la normalidad social ha superado las insidias conservadoras, porque ni el reino ni el pensamiento de la iglesia son de este mundo, porque el impresentable y peligroso asesor del PP, Aquilino «Mengele» Polonio, ha sido desmontado por la razón y el sentido común y porque miles de personas han cerrado definitivamente sus armarios desde fuera y han tirado la llave al pozo de las pesadillas superadas.
No obstante, la resaca no se ha hecho esperar y tanto el Foro de la Familia como la Conferencia Episcopal exigen al gobierno poco menos que un golpe de estado constitucional avalado por dudosos demócratas como el ministro Fernández Díaz. Estas dos instituciones, como los padrinos de la “la familia”, exigen al gobierno el pago a los servicios prestados cuando llenaron calles y plazas de monjas, curas, monaguillos, adoradores nocturnos y otras especies talibanes manifestándose en contra del diablo Zapatero.
La iglesia, asexuada y sin descendencia legítima, continúa pontificando obstinadamente sobre relaciones sexuales y sobre el destino más adecuado para los hijos de la humanidad. Recordemos que es la misma iglesia acusada de pederastia (clientela perdida por D. Aquilino), la misma iglesia cuyos obispos justifican el abuso sobre niños porque “éstos se insinúan”, la misma iglesia cuyas monjas han participado presuntamente en el robo de niños en los hospitales. Ésta es la iglesia que se aparta del cristianismo y de la sociedad para acercarse al dinero y al poder. Ésta es la iglesia que pierde parroquianos, credibilidad y aceite.
Con esta sentencia, todos ganan: la democracia ha salido reforzada, la familia tradicional seguirá siendo tradicional, el colectivo homosexual podrá ejercer sus deberes y sus derechos legalmente, en igualdad, y Mariano Rajoy podrá, al fin, contraer matrimonio constitucional con Rouco Valera. A nadie le sorprenderá, nadie se escandalizará, nadie protestará y sus respectivas familias, el PP y la Conferencia Episcopal, verán cumplidos sus sueños. ¡Albricias y parabienes para ellos también!
Sólo falta dilucidar quién será el oficiante de la boda. Las apuestas están encabezadas por Ratzinger y Gallardón.
Se ve que como los obispos ultramontanos patrios en teoría deben de ser castos y puros, se aburren mucho y al final sólo pueden pensar en el sexo y sobre todo en que el resto de la ciudadanía podemos practicarlo y ellos no. Por eso dedican todas sus energias a demonizarlo. http://diario-de-un-ateo.blogspot.com.es/2011/12/el-totalitarismo-gay-segun-los-ultra.html
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