Formación profesional ¿para qué?

Durante las últimas décadas del siglo pasado y la primera de éste, España ha vivido su siglo de oro en formación profesional al calor de las ingentes cantidades de dinero recibidas de la Unión Europea y de la inversión realizada por todas las administraciones públicas. Millones de trabajadores y desempleados han tenido la oportunidad de formarse y especializarse en un amplio abanico de disciplinas relacionadas con el ámbito laboral y cientos de entidades se han encargado de articular este sistema formativo no reglado, desde los servicios públicos de empleo hasta la patronal y los sindicatos, pasando por academias y consultoras privadas.

Todo lo anteriormente expuesto se llevó y se lleva a cabo bajo la supervisión del INEM o de las diferentes consejerías con competencias en políticas de empleo. El objetivo de la formación era dotar a la mano de obra de competencias adecuadas a la demanda del mercado laboral y posibilitar a las empresas el aumento de su competitividad y la generación de más empleo de calidad. El aroma del dinero despertó las pituitarias de hidalgos y pícaros, figuras emblemáticas y genuinas de todo siglo de oro español, y los atrajo como moscas alrededor del pastel.

La picaresca se introdujo pronto en el entramado formativo, como forma de enriquecimiento ilícito y rápido, gestionando una actividad que en sus diversos capítulos permitía un lucro desmesurado con justificaciones documentales y contables aparentemente legales. La codicia pronto llevó del lucro personal a la financiación ilegal de partidos, patronal y sindicatos, por el ancho pasillo del clientelismo, que, dejando atrás la pesada carga de la ética, crearon un patio de Monipodio a la medida de sus posibilidades. La mancha, demasiado grande, ha salpicado a cientos de empresas y miles de profesionales que han cumplido eficaz y legalmente su cometido formativo.

Por su parte la carpetovetónica hidalguía empresarial llevó a muchas empresas a despreciar unos cursos porque debían permitir a sus empleados el uso de unas horas laborales para asistir a las clases donde se prepararían para mejorar su rendimiento y beneficiar así a la empresa. Nada de horas de trabajo: “durante generaciones, la profesión se ha aprendido en el tajo y así debe continuar”. La conjunción de pícaros e hidalgos llevó, por ejemplo, a ejecutar cursos fantasmas en los que se falsificaban las firmas de asistencia de alumnos durante muchos días, o directamente no se realizaban físicamente los cursos, a cambio de repartir el pastel.

Diversos escándalos levantaron la liebre corrupta y las administraciones competentes tomaron cartas en el asunto minimizando la formación presencial y aumentando la formación semipresencial o a distancia. Los pícaros se reinventaron y los hidalgos respiraron satisfechos por no tener que desprenderse de sus trabajadores en los ratos de formación. La expedición de títulos se convirtió en la actividad formativa principal de las empresas y entidades formativas liberadas de los elevados costes que suponían la contatación de profesorado, aulas, mobiliario y materiales educativos.

Hay chiringuitos de formación que disponen de un entramado empresarial propio que les suministra Institutos Europeos rimbombantes, editoriales de corta y pega con otras misiones dudosas o fundaciones donde el dinero se disipa y les sirven para dar lustre a los títulos que expiden. Cualquier persona, con una inversión que puede oscilar entre los 150 y los 2.000 euros, puede adquirir un título y llevarse de regalo un pen drive o un ordenador portátil junto al manual, el DVD, el bolígrafo, el bloc de notas, el cuaderno de evaluación y el maletín de rigor.

El actual mercado laboral sigue las mismas pautas de contratación de siempre y en los procesos de selección se miran de reojo, bajo la sombra de la sospecha, muchas certificaciones de cursos aportadas por los candidatos. Sólo en contadas ocasiones, coincidentes con títulos expedidos por empresas o instituciones de contrastado prestigio, los títulos de formación profesional para el empleo tienen un efecto real en la contratación. Desde que estalló la crisis, la prioridad para la contratación se centra en perfiles inquietos que aportan títulaciones universitarias y, sobre todo, plantean unas aspiraciones salariales que permiten a las empresas la modalidad de 3 trabajadores X 2 salarios o 3X1, permitiéndoles ampliar las plantillas sin ampliar los costes.

Formación ¿para qué? Es la pregunta que se hacen los jóvenes ante la realidad laboral. Es la pregunta que se hace Europa a la vista de que la competitividad global se centra sólo en el abaratamiento de la mano de obra y la desaparición de los derechos de los trabajadores.

Un comentario el “Formación profesional ¿para qué?

  1. Well, all things considered…

    Me gusta

Los comentarios están cerrados.