La gran estafa de los mercados.

Cada fin de mes, mis ojos se humedecen ante la afluencia de emisarios que acuden a mi buzón reclamando dinero para satisfacer los gastos que mis posibilidades han contraído para satisfacer mis necesidades. No vivo por encima de mis posibilidades, sino que cohabito con mis necesidades por imperativo vital y son éstas las que me colocan por encima de mis posibilidades. Mi sueldo mil eurista hace malabares para atender llantos cotidianos como luz, agua, gas, vivienda, transporte, vestido, higiene, comida, colegio y algunos caprichitos similares más.

No entiendo de cuentas por encima de mis posibilidades. El banco me cobra unos euros por ¿mantener? la cuenta corriente, se lleva un euro de cada cien que ingreso mediante cheque, me carga unos céntimos cada vez que saco mi dinero de un cajero equivocado, pierdo media hora cada vez que acudo a sus oficinas para gestionar algo y se olvida de mí cuando el euribor baja de 1,25. Todo lo que me cobra a mí, mi vecino rico se lo ahorra por ser cliente preferente de visa y billetes de 500 euros (igual que hacen los inversores con la financiación alemana a costa de las ganancias obtenidas en el sur de Europa).

Mi gobierno ha recortado la lista de mis necesidades vitales: ya no me ducho todos los días, he aprendido a manejarme sin tropiezos con las luces apagadas, mi dieta era pobre y ahora también es fría, me levanto hora y media antes para caminar seis kilómetros hasta mi trabajo, he vuelto a vestirme con la ropa deshechada de mi hermana mayor y comparto mi hogar con una extraña que me ayuda con los gastos. Creo que ya estoy por debajo de mis posibilidades que me acompañan en el llanto.

No entiendo de cuentas por encima de mis posibilidades. En los últimos años, mi banco ha mudado de manos en tres ocasiones y ya no sé ni cómo se llama, aunque sus sisas siguen el cauce habitual y el tiempo de espera en sus oficinas ha aumentado al disminuir los trabajadores que las atienden. Mi hipoteca, con su letra pequeña, ha cambiado de manos en tres ocasiones sin yo firmar papel alguno y me la siguen cobrando con religiosa puntualidad sin eliminar ese suelo que me impide beneficiarme de las bajadas del euribor.

Comprendo el nerviosismo del gobierno cuando pide dinero para financiarse y la prima de riesgo afila los dientes de la usura en las encías de los inversores. Este nombre genérico, anónimo y sospechoso nos impide conocer con nombres, apellidos, domicilio y filiación a quienes cobran unos intereses leoninos que para el año que viene rondarán los 50.000 millones de euros. Los inversores se forran así y no sabemos quiénes son, ni de dónde sacan el dinero que prestan, ni qué hacen con el dinero que usurpan. No entiendo de cuentas por encima de mis posibilidades.

Mi nerviosismo se desata cuando veo que mi banco necesita dinero, a pesar de lo que me estafa, y el gobierno se lo da a cambio de que yo renuncie a la educación superior de mi hija, que han situado por encima de mis posibilidades, y tenga que pagar la mamografía, que mi edad me impone, para evitarle al sistema de salud un gasto mayor en caso de padecer de cáncer. Supongo que es imprescindible que los bancos no quiebren, como el resto de los mortales, porque son necesarios para que los inversores puedan manejar su dinero sin dejar rastro.

No entiendo de cuentas por encima de mis posibilidades, pero intuyo que el anonimato de quienes nos saquean responde a una necesidad imperiosa de ocultar que son muy pocas personas y un par de casinos tipo FMI. También intuyo que su identificación permitiría seguir el rastro de nuestro dinero y descubrir que estos tahúres lo desparraman en el mismo tapete verde donde se comercia con la muerte cambiándolo por fichas de armamento, transgénicos, petróleo, oro o patentes farmacéuticas.

Mis cortos conocimientos contables sólo me dan para comprender que lo que se nos presenta como crisis no es sino una estafa en toda regla. El gobierno hace de trilero a sueldo de la mafia inversora y nosotros somos los primos y las primas de su riesgo.

Clic sobre la imagen para escuchar la banda sonora de El golpe.

2 comentarios el “La gran estafa de los mercados.

  1. Edu dice:

    A ver si ahora sí, q llevo dos intentos de dejarte un comentario 🙂
    Nada, te quería decir que era muy bueno, que me había gustado mucho.

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