Cristina Cifuentes, Madrid sin fuentes.

Antes de nada, Cristina, permíteme un desahogo personal: ¡eres muy, pero que muy, pesada!

No hay día que mis neuronas no reclamen una dosis de tranquimazin debido a que has abierto tu boca de par en par y has dejado salir en estampida tus ideas. No me intranquilizan tus palabras, Cristina, me intranquilizan tus ideas; o, mejor dicho, me intranquilizan las ideas que tus mentores te dejan anotadas cada día para que tires la piedra mientras ellos esconden la mano. Una mujer como tú está exenta de toda sospecha involucionista; como mucho, tu imagen con albornoz oriental ribeteado en fosforito da para acompañante de mafioso gordo y desaliñado o novia casual de Torrente. No te acaba de encajar el traje de golpista a pesar de tu destreza ordenando golpes.

Comprendo que la competencia feroz dentro de tu partido te exige estar en forma para ocupar la primera línea del fotocall y salir bien en la foto entre tus compañeros y compañeras que colaboran en la empresa de arruinar de forma coral a tu país y a tus conciudadanos. Te lo ponen muy duro Vidal Quadras (reclamando la intervención de la guardia civil como solución añeja, igual que vuestra ideología), Mayor Oreja (reclamando la clandestinidad, fuera de los focos de la democracia, para las actuaciones policiales), tu jefe Fernández Díaz (aplaudiendo la represión violenta y condecorando a las porras que más muescas muestran en su empuñadura), o Felip Puig (ese alumno aventajado que controla los bajos fondos catalanes). A pesar de todo, consigues brillar con luz propia y demostrar que el género femenino puede competir con el masculino en fuerza bruta.

Tu papel en el coro destructor de derechos es fundamental para que el resto de tu banda haga su trabajo con eficacia y rapidez. Tu director de orquesta es consciente de que el éxito de cada ministerio se basa en la imposición a las bravas de sus desvaríos y para ello es imprescindible acallar la voz de cualquier inocente que se atreva a denunciar la injusticia de sus políticas. Los medios de comunicación los tenéis controlados -o ellos os tienen controlados a vosotros, que ya no lo sé con certeza- y se encargan de manipular a la opinión pública para que se acepte como bondad el fuego eterno del infierno que estáis imponiendo.

Y por si falla algo, ahí estás tú, compitiendo de igual a igual con tu jefe el ministro. Que alguien protesta: ¡zas!, en toda la boca con una porra, con una pelota de goma o con una denuncia en la Audiencia Nacional a un septuagenario que se queja de vicio porque la pensión no le llega o a una joven, ligera de quejas, sin curro, sin casa y sin futuro. Eres toda una profesional, Cristina, una profesional con los ovarios bien puestos, las ideas represoras muy claras y un conocimiento exacto y exhaustivo del manejo de la tropa antidisturbios.

Tu última propuesta es admirable, digna de una persona perfectamente capacitada para manejar una situación límite que saca a la calle a cientos de miles de personas cada mes desde que tu partido manda en España. Modular las manifestaciones (sois imbatibles manipulando el lenguaje), Cristina, debe ser la solución ideal para salir de la crisis, y racionalizar el uso del espacio público es la panacea para la convivencia feliz y dichosa de todos los madrileños. La gente no tiene consideración ni otra ocurrencia que salir a la calle a protestar, como si así solucionasen algo. Las calles, las plazas y las fuentes de Madrid las pones a su disposición cada vez que hay motivos racionales y vitales como una final de fútbol, una concentración de kikos, una procesión, un desfile militar o un desfile papal.

Tienes razón, Cristina, la peligrosa ciudadanía descontenta, el enemigo, abusa de sus derechos constitucionales sin saber lo que hace ni lo que quiere. Para eso estás tú, Cristina, que todo lo sabes, menos contar manifestantes desafectos. Tú sabes lo que conviene al pueblo y por esto estás dispuesta a imponerle el silencio y la sumisión, a prohibirle hablar, mientras tu compañera Cospedal le recorta la representatividad parlamentaria, tu compañera Mato le ayuda a morir indignamente, tu compañero Wert le analfabetiza, tu compañero De Guindos le estafa y tu compañera Báñez reza por él.

Asesórate, Cristina, no te quedes corta y mira a ver si te autoriza tu partido a imponer el toque de queda y suprimir las libertades. Tu compañero Gallardón, entre misa y misa, encontrará un resquicio para que parezca legal. Sé que nos quieres y que lo haces todo por nuestro bien, pero te rogaría que no nos quisieras tanto y persuadieras a tu partido de que son sus actos los que incendian las calles. Sólo te falta que Democracia Nacional o Falange hagan en la calle el trabajo sucio de la policía ¿o ya lo tienes previsto?

Quieres cerrar las plazas, las calles y las fuentes a las protestas convirtiendo los hogares en guantánamos. Puedes hacerlo, Cristina, pero haciéndolo no desaparecerán las causas de las protestas y tú serás ante tu pueblo responsable de la política de tu partido y de nuestras desgracias. No creo que te importe.