Diálogo de besugos parlamentarios.

La historia de la España contemporánea lleva camino de ocupar los anaqueles de las bibliotecas destinados al cómic, un género que aglutina temáticas que van desde el humor hasta la ciencia ficción, pasando por el belicismo, el erotismo o la propia historia. Los cómics han sido sustitutos tradicionales de todos los géneros para gente poco dada a la lectura de extensas obras con análisis profundos y personalizados y también para gente que sabe valorar la función comunicativa de la ilustración cómo síntesis visual del pensamiento.

A menudo, las viñetas ofrecen rápidos diálogos que requieren la complicidad del lector visual para contextualizar los mensajes y darles el sentido más o menos aproximado a lo que el ilustrador y el guionista han querido plasmar. Hoy, las ruedas de prensa y los discursos políticos se condensan en breves viñetas informativas que ofrecen los medios de comunicación casi a diario. Estas viñetas, a menudo, son recortadas a conveniencia por los editores ofreciendo fragmentos verbales y visuales en los que el ejercicio de contextualización por parte del receptor se torna en una misión a veces imposible, a veces histriónica y la mayoría de las veces surrealista. La dificultad para contextualizar correctamente la voz política conduce inexorablemente a un diálogo de besugos.

Cuando el presidente Artur Mas se reúne con el presidente Rajoy para hablar de nuestras cosas, ambos atienden a sus ilustradores de cámara olvidando que el decorado para su diálogo está previamente dibujado por la realidad europea. Cada uno habla de lo suyo desde el convencimiento de que es lo mejor para eludir el obligatorio acuerdo que la sociedad demanda. Ambos lanzan mensajes posteriores en viñetas calculadas para que el lector reciba mensajes descontextualizados que carecen del sentido necesario para ser comprendidos y evaluados. No les importa ser entendidos, sólo les importa ser votados.

Cuando el pueblo habla, fuera del guión establecido por la política oficial de los partidos mayoritarios, tomando las plazas, el gobierno y sus guionistas se aprestan a dibujar un contexto de violencia e ilegitimidad a esas voces para situarlas lejos del mensaje de no representatividad que emiten desde su condición ciudadana. Los ilustradores del orden utilizan el color azul de los uniformes, el negro de las porras o el rojo de la sangre para dejar en un segundo plano el mensaje verbal y centrar la atención lectora en los dibujos.

El pueblo habla y el gobierno no escucha. El gobierno habla y el pueblo se indigna porque sus mensajes no tienen una lógica democrática, sólo la lógica del ordeno y mando al servicio de los poderes financieros y partidistas. Se felicita a los violentos y se criminaliza a los pacíficos. Se persigue a quienes quieren democratizar el parlamento y se proteje a quienes alientan su secuestro por la prima de riesgo. Se repudia la voz sonora y espontánea y se apela a la voz del voto traicionado y manipulado por el incumplimiento de los programas. Y llega el presidente y felicita a quienes no se manifiestan, a quienes por miedo, por cansancio o por egoísmo cómodo permanecen en sus casas criticando al gobierno y aplaudiendo a los manifestantes, que hay gente en los sofás para todo.

Cuando Rajoy habla en la ONU, alcanza el clímax del absurdo ante un auditorio vacío que contextualiza sus palabras en una oquedad y una soledad apropiadas a su discurso y a su posición de gobernante. Su pretensión de vender la modélica transición española, su reivindicación de la soberanía de Gibraltar y su referencia a la Alianza de Civilizaciones ofrecen la imagen de un presidente perdido de la realidad y solitario en el laberinto que envuelve a su gobierno y a su partido. Los receptores de los mensajes contenidos en estas viñetas presidenciales asisten atónitos a fragmentos de mensajes con poco sentido para el público interior y nulo para el exterior.

Cada día asistimos a la aparición de nuevas viñetas sueltas que cuesta trabajo encajar y dotarlas de una secuencia con un mínimo de lógica. Los políticos hablan para un público que cada vez les entiende menos y el pueblo habla para una clase política desprovista de la capacidad auditiva necesaria para entender mínimamente lo que se les dice.

El cómic español esta pasando del surrealismo al underground, del color al blanco y negro, del binomio texto/ilustración a la mera ilustración, del diálogo humano al diálogo de besugos.

3 comentarios el “Diálogo de besugos parlamentarios.

  1. Antoni dice:

    Jajajajaja. La ‘tristre’, y cruda, realidad de la clase política contemporánea.

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  2. Nadie dice:

    Gracias por abrir un espacio de pensamiento y de palabra pues estamos acostumbrados a que en nuestro periódico local (LucenaHoy) se nos censuren los comentarios con una facilidad pasmosa.
    Repito gracias

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  3. ancamo dice:

    Ni más alto ni mejor, justo lo que es.

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