Según la gramática generativa de Noam Chomsky, cuando nos expresamos lo hacemos a dos niveles que el lingüista y pensador norteamericano define como estructura superficial y estructura profunda. La primera atiende a la forma física de una oración cuando la decimos o la escribimos, mientras la segunda atiende al significado de la oración, lo que realmente se quiere decir. Esta dicotomía explica los lapsus, los actos fallidos y los malentendidos que se producen con frecuencia en la comunicación. Los asesores de imagen de la clase política conocen el mecanismo y trenzan los discursos milimétricamente para que el subconsciente capte en su verdadera dimensión el mensaje que transmiten las palabras, su significado.
En este contexto, se deben analizar milimétricamente las palabras pronunciadas por Aznar, mercenario de Endesa y Rupert Murdoch además de ideólogo posfranquista del PP, para comprender en toda su extensión el mensaje que ha lanzado en el Foro Ambrosetti. Ha dicho Aznar que «los dos grandes problemas de España ahora mismo son el modelo de Estado, que no funciona y hay que reformar, y el estado de bienestar, que es insostenible» y que «España necesita modernizar el país, más flexibilidad y más disciplina». La contundencia del mensaje, en su estructura profunda, y la precisa elección de los términos para su estructura superficial me hacen dudar de que recurra a la socorrida “matización” que todos los políticos emplean para desdecirse de sus palabras cuando arrecian las críticas.
El modelo de Estado. La estructura superficial del enunciado está calculada para agitar el creciente distanciamiento del pueblo hacia un estado de autonomías que ha dispersado territorialmente una corrupción y un despilfarro que en un estado centralizado serían los mismos pero centralizados. El PSOE y el PP han conseguido que se identifique la corrupción y el despilfarro con la descentralización y se señale a ésta como el mal a combatir en lugar de señalar a los políticos que se corrompen y despilfarran. La estructura profunda, el significado último, remite a la añoranza de la derecha española por un régimen, más que centralista totalitario, del que muchos de sus componentes mamaron su ideología, que asaltó un estado republicano (como la mayoría de los estados modernos europeos) con un golpe de estado, una cruenta guerra civil y una trágica posguerra. Hacia ahí nos empujan de nuevo.
El estado del bienestar es insostenible. La estructura superficial nos remite a esa cantinela neoliberal que, a fuerza de repetirla una y mil veces, ha calado en muchísimos españoles que ya piensan que han vivido por encima de sus posibilidades. Los rescates, sin embargo, atienden a la banca a costa de de la pérdida de derechos y logros por parte de la población civil. Los sacrificios que se nos exigen, incluida la vida, equilibran en la balanza los agujeros producidos por la gran estafa financiera. La estructura profunda apunta a un estado sin bienestar para la inmensa mayoría, apunta a la esclavitud, el hambre, la enfermedad y el analfabetismo como estado sostenible para el pueblo. Ese es el mensaje: para que exista un 10% de ricos es imprescindible que haya un 90% de pobres. Eso sí es sostenible.
Más flexibilidad. La estructura superficial es un axioma de la CEOE que lleva toda la vida reclamando flexibilidad para crear empleo, pero la realidad enseña que cuanto más se han flexibilizado las condiciones laborales más empleo se ha destruido. Puro neoliberalismo. La estructura profunda, el mensaje, es flexibilizar hasta quebrar la cintura, hasta alcanzar la excelencia contorsionista que muestra la economía esclavista china, la más competitiva del planeta, el modelo a seguir.
Más disciplina. La estructura superficial puede llevar a pensar que se trata de control, supervisión o constancia, valores positivos para la fuerza de trabajo y cualquier otra actividad humana, todo ello poniendo mucha voluntad para aceptar que se refiere a eso. La estructura profunda deriva la disciplina a un discurso donde la fuerza se impone a la razón, el castigo suple al aprendizaje y la represión se eleva sobre la libertad. No entiendo la utilización de este término en un contexto diferente al autoritarismo y el caudillismo tan del gusto de Aznar.
Por cierto, los cuidadores de su lenguaje pertenecen a la FAES que él dirige y todos pagamos de nuestros bolsillos vía impuestos y subvenciones. Una auténtica y «moderna», como él dice, Falange de las J.O.N.S.
Excelente interpretación del discurso fascista y totalitario del asesino de las Azores
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