El «Amanecer Dorado» de Rajoy

Los tenemos en España, desde hace tiempo, valiéndose de la democracia, como hizo Hítler en su momento, para imponer de forma totalitaria sus ideas, para dominar en lugar de gobernar.

Saben que la pobreza y la miseria son el abono perfecto que hace crecer la desesperación y que ésta ciega el entendimiento a la hora de buscar oxígeno sin que importe el precio a pagar. Primero se agostan las plantas y luego se mima y se cuida, como si del mayor de los tesoros se tratase, el primer cardo borriquero que sobrevive en el páramo. La crisis ha traído la pobreza y la miseria a Europa acompañadas de garrapatas neofascistas que aprovechan el terrorismo financiero para hichar sus cuerpos al calor de la desesperación.

En España pensábamos que no, que el fantasma totalitario no conseguiría mover la losa de 1.500 kg. del Valle de los Caídos que cubre el cadáver de Franco y, con él, una dictadura que supo mucho de pobreza, de miseria, de sangre, de represión y de domino exterminador. Nos equivocamos. O no quisimos ver que la repentina mutación demócrata de sus supervivientes no era más que una zalea extendida sobre la jauría de lobos que han sabido esperar su momento. Y su momento ha llegado.

Llevaban tiempo aullando desde las pantallas de Intereconomía, azuzados por El Mundo, La Razón y ABC, interpretando de modo soberbio el cuento de Pedro y el lobo. Los españoles, confiados en la tirita aséptica que supuso la transición, pensamos que la hemorragia se había cortado sin atender al olor a sangre que desde hace unos quince años manaba de estos medios de comunicación. Ese olor nauseabundo ha estallado en nuestras narices y proviene de los afilados colmillos y de los hocicos enrojecidos de esta tropa. Al final, era cierto que venía el lobo, tan cierto como que sus fauces victoriosas zarandean nuestros derechos y nuestras vidas como en sus mejores tiempos.

El gobierno, astutamente agazapado bajo la zalea durante la campaña electoral, se ha destapado en nueve meses mostrando su cara más retrógrada e integrista desde Gallardón y Fernández Díaz hasta Wert y De Guindos. El gobierno vuelve a gobernar, como Franco, de espaldas al pueblo y velando por los intereses de los suyos, a saber: la iglesia y sus sectas servidoras (Opus, Kikos, etc.), la oligarquía financiera y las grandes empresas cuyos monopolios ahora son privados. Al pueblo, le quitan pan y le devuelven los toros. Esta alfombra roja, sobre la que vuelven a desfilar los fantasmas que expoliaron España durante el franquismo, comenzaron a desplegarla Aznar, su cónyuge, Aguirre, Mayor Oreja, Cospedal y otros «demócratas» que han visto recompensado su esfuerzo con un festín que ni ellos mismos esperaban.

En Europa, la crisis ha hecho aflorar los cardos borriqueros de la extrema derecha y las garrapatas, como el Frente Nacional en Francia o Amanecer Dorado en Grecia, han engordado con los votos que miles de electores desesperados les han entregado atraídos por las mismas soflamas populistas que las garrapatas españolas proclaman insistentemente desde sus pantallas y sus cabeceras. En España, la garrapata va adosada al cardo borriquero de un PP abiertamente proclamado heredero del franquismo que utiliza la crisis como coartada democrática.

Han devuelto a la educación la estética sexista, religiosa y elitista que analfabetizó a la España de posguerra. Han devuelto el carácter benéfico del franquismo a la sanidad para las masas arruinadas que no disponen de medios para acceder a ella. Han recuperado la figura del patrón explotador que dispone de las vidas de unos trabajadores despojados de sus derechos y con la dignidad desprotegida. Han recuperado la caridad como única vía posible para atender a ancianos y desvalidos. Y vuelven a utilizar la ley y las porras contra todo aquél que se atreva a levantar la voz ante la injusticia y la opresión, mientras los ladrones y facinerosos de toda la vida gozan de la vista gorda por parte del gobierno. Como en los mejores tiempos.

Pero la jauría pide más sangre, más sudor y más lágrimas. A pesar de los esfuerzos del gobierno para restaurar la España, Una Grande y Libre que su melancolía añoraba, la ultraderecha aúlla exigiendo más y amenaza con crear partidos propios y disputarle un espacio político que considera suyo. Esta perspectiva no tardará en hacerse realidad y ya veremos cómo se desangra el PP de militantes y simpatizantes prestados que pasarán sin disimulo ni dolor a las filas de Mario Conde o de Rosa Díez que agitan las aguas de la derecha extrema.

Por ahora, Rajoy disfruta del peculiar e inesperado amanecer dorado que la crisis, la ineptitud del PSOE, la iglesia, los medios ultraconservadores, la FAES y la desesperación de muchos españoles le han proporcionado.