Nunca he entendido que un electricista imparta clases sobre construcción o que un albañil las imparta sobre fontanería. Cada uno es especialista en lo suyo y, todo lo más, puede asesorar al otro en asuntos fronterizos entre una especialidad y otra para intentar conseguir un producto final más armonioso, perfeccionado y funcional. Lo demás son chapuzas, la antesala necia de la ruina.
En un mundo saturado de listos sin estudios y saltadores de opinión sin paracaídas, destaca la obstinada y secular fijación de la iglesia por pontificar sobre cuestiones relacionadas con el sexo sin que teóricamente lo hayan experimentado. Lo suyo son los dogmas basados en la fe y alejados de la razón, el creacionismo frente al darwinismo, lo teórico frente a lo empírico, lo divino sobre lo humano, el esperpento frente al teatro. Lo suyo es construir la casa alrededor del grifo, levantar el edificio sobre el contador de la luz o aprovechar las rozas del agua para embutir el cableado eléctrico.
Lo peor de la intromisión religiosa en los asuntos mundanos es que la posición de poder político y social de la iglesia nos afecta a todos, seamos creyentes o no, y sus chapuzas en el edificio social las sufrimos durante nuestras vidas y, a veces, durante generaciones. El celibato y la castidad que practican sus miembros es un inmenso condón comunal en el que pretenden meter a los demás miembros de la sociedad (entiéndase la palabra miembro en la séptima acepción del Diccionario de la Real Academia y no en la segunda). El modelo de familia consagrado por la iglesia es irrepetible para la propia naturaleza que se obstina pecaminosamente en la unión de esperma y óvulo para tener descendencia. Y su modelo de matrimonio se asienta más en una relación mercantil de propiedad perpetua del hombre sobre la mujer que en relaciones afectivas y sexuales.
La iglesia, sabedora de que el pecado fluye libremente por las venas sociales, mucho más que la virtud, y de que el miedo y el temor de dios pasaron a mejor vida con el feudalismo medieval, ha buscado siempre la evangelización a través de púlpitos paganos capaces de obligar a los individuos a actuar como no lo harían por la fe. Es así como, a través de los poderes terrenales, hace que el código civil y el penal condenen y castiguen lo que las homilías y pastorales no consiguen reprimir. El precio a pagar es el silencio cómplice con el gobierno de turno en asuntos de su propia competencia como la pobreza, la esclavitud laboral y el maltrato a enfermos y dependientes, un precio que no llega a las 30 monedas de Judas.
Ha conseguido la Conferencia Episcopal que la homofobia y la xenofobia desparezcan como problema social en Educación para la Ciudadanía, que el aborto vuelva a ser un problema de primera magnitud para muchas mujeres, que se vuelvan a entornar las puertas del armario para la homosexualidad, que se segreguen las aulas por sexos y que se jodan quienes dependan de las células madre para vivir dignamente. Al César lo que es del pueblo y a dios lo que es de todos. Esas manifestaciones de kikos, pro vidas y demás gente de bien están dando los frutos previstos y Rouco Varela vuelve a legislar en el BOE como en los mejores tiempos del franquismo.
El gobierno, como contrapartida, vuelve a desfilar bajo palio. Durante el veraneo muchos cargos públicos del PP se han encomendado a santos y vírgenes (de las que adornan las iglesias) para dar al pueblo al que castiga una buena dosis de fe y esperanza para que se resuelvan los problemas que el gobierno de este partido origina. Gallardón y Wert son los ministros mitrados por excelencia de un partido de ideario cristiano para vergüenza de los seguidores de Cristo, un gobierno que cada día echa a cientos de miles de españoles a los leones financieros que rugen en este valle de lágrimas silenciando las plegarias sotto voce de curas y monjas mantenidos por las mamandurrias de un estado laico y aconfesional.
Los llantos por el empleo perdido, por la casa embargada, por la imposibilidad económica de atender a los mayores, por la dificultad de obtener alimentos y por la pérdida de los derechos civiles han dejado en un segundo plano los llantos de los niños abusados por religiosos de sexualidad extraviada, los llantos de mujeres maltratadas ante la comprensión del maltrato por parte de algún obispo y los llantos de tantos ovarios que han sido encadenados de nuevo con rosarios.
La romería veraniega se ha completado con el entierro de la estafadora vidente del Escorial (consentida por la iglesia) o el caso de unas monjas que expropiaban al Banco de Alimentos para alimentar a las residentes por seiscientos euros al mes. Pecados veniales para esta iglesia pecadora.