No hay descanso posible. Una decide desconectar de las noticias, durante un par de días, para desentumecer el cerebro, y casi lo consigue. Cambiamos el telediario por la piscina de los amigos, cambiamos la prensa por la recomendable película La educación prohibida, cambiamos la tertulia tabernera de medio día por una sesión de fotos en la naturaleza. Todo bien, todo según lo previsto hasta que alguien, por la noche, viene a traerte un tinto con casera de limón y, de tapa, te trae el portátil para que veas una de esas frases lapidarias adornadas con la dudosa estética del power point para que la veas.
La fotito de marras, por supuesto, está colgada en Facebook y el síndrome de abstinencia acude como el caballo a las neuronas y no puedes evitar dar un repaso al muro para ver qué otras cosas hay colgadas en él. La desconexión salta por los aires y vuelves a comprobar que de nuevo estás dando la espalda al mundo con la vista magnetizada por el muro de las lamentaciones digitales. Decides posponer un día la desintoxicación que te habías propuesto y miras algunos de los improperios que tus amigos han colgado recientemente como introducción de las noticias que les han llamado la atención.
En el anárquico muro de Facebook descubres que una conocida ha echado un polvo glorioso que le gusta a quince personas, que otras siete lo han comentado públicamente y que otras tres lo han compartido para que se entere del evento más gente. Unos mineros surafricanos han sido asesinados por reivindicar una subida de salario (le gusta a cuatro personas, lo comentan ocho y lo comparten dos). El Follonero incomoda a dos diputadas con un programa sobre reformas en el Congreso a través de Youtube (le gusta a dos, comenta uno y nadie comparte). Alguien escribe un párrafo larguísimo sobre una reflexión personal en torno a la explotación desmedida de la selva amazónica (le gusta a cinco, nadie comenta, nadie comparte). Una amiga ha perdido a su perrita y pide ayuda a la galaxia por el Facebook con foto de la perrita incluida (veinticinco me gusta, quince comentarios y diez compartir)… Cosas de casi todos los días.
Y entre estas cosas de un interés incierto y una pesadez anodina, lees los habituales sobresaltos puestos al día de manera inmediata. ¡¡Lo que dan de sí unas cuantas horas en la sociedad de la información y de la comunicación!! Como cuentan quienes nunca han muerto que sucede segundos antes de morir, toda la actualidad pasa ante los ojos en esos segundos de debilidad y lees que Diego Cañamero ha impartido un máster de dignidad ante la Inquisición de Intereconomía, que la Inquisición anglosajona quiere a Julián Assange a toda costa en la hoguera de las vanidades, que el líder de Manos Limpias ha sido imputado por chantaje y estafa, que el gobierno dice que la bandera republicana incita a la violencia, que la FAES se ha visto salpicada por el espionaje del Vaticano, que el Financial Times acusa al gobierno español de usar la crisis para retroceder cuarenta años o que el portavoz del PP acusa a los parados de vivir con sus padres para negarles los 400 €.
Demasiada actividad para agosto, demasiada competencia para los 40º de calor, demasiadas lamentaciones para el muro de un portátil. Apagas el ordenador y vuelves a la reunión con la intención de cambiar el contenido del vaso por güisky o algo de más octanos. La expresión de la cara sorprende a los presentes que te preguntan y respondes ante una audiencia que reproduce, al comentar las noticias, ideas y opiniones obtenidas con el mando a distancia de la tele.
– Cañamero ha hablado en Intereconomía.
– Es un atracador -responde uno de los presentes que trabaja de director en una sucursal bancaria.
– Inglaterra no quiere que Assange se asile en la embajada de Ecuador.
– Es un violador que merece que le ahorquen -filosofa un amigo, cliente habitual de puticlubs, que pone los cuernos semanalmente a su mujer.
– El de Manos Limpias ha sido imputado por estafa.
– Ya están los comunistas asediando a este héroe -sentencia una con las muñecas abrazadas por la bandera de España.
– La bandera republicana incita a la violencia.
– Yo fusilaba a todos los antiespañoles -vuelve a intervenir la pulsera patriota.
– La FAES está mezclada con el asunto del Vaticano.
– Eso le pasa por intentar ayudar al papa -dice un presente de misa y comunión diaria.
– El PP dice que los parados que viven con sus padres no tienen derecho a los 400 €.
– Me cago en el gobierno -estalla el hijo de los anfitriones, ingeniero de montes al que han despedido de su puesto de becario en el que ha trabajado los últimos doce meses con un salario bruto de 900 €.
Ante este panorama, optas por callar y piensas que quizás es hora de suspender los tres días de vacaciones y volver al puesto de combate. El muro de las lamentaciones es demasiado fuerte y la actualidad demasiado peligrosa para abandonarla a su suerte.
Quizás no vuelvas a disponer de otros tres días de vacaciones jamás. Los chinos no tienen vacaciones y nosotros, en aras de la competitividad, debemos renunciar a ellas.
El güisky sabe a rayos en un ambiente tormentoso en el que las bocas exhalan centellas.
Es raro que ni el muro ni en la tertulia nadie comentara nada sobre Pussy Riot, las tres chicas rusas que están en la cárcel desde Febrero y que acaban de ser condenadas a dos años de prisión por violencia blasfema contra Putin y la iglesia aquella. ¿Se les pasó a los asistentes o lo ha omitido Verbarte con las prisas?
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