¿MariaNo Rajoy? NO, gracias.

Ocho años con el “No” en la boca marcan a cualquier persona de forma irreversible. Cuentan sus hagiógrafos que la útima vez que salió un “Sí” de su boca fue durante un encuentro íntimo con el todavía presidente Aznar en la Moncloa.

– MariaNo, ¿aceptas ser mi sucesor y llevar a buen puerto la obra que yo he comenzado?

– Sí, quiero.

No fue tarea fácil para su madre elegir el nombre para su hijo. Desde el momento de su embarazo, creyendo que sería niña, pensó en un nombre rotundo y poco gallego, María del No, que tuvo que cambiar sobre la marcha por el de MariaNo, en vista de que le salió varón. Este hecho quizás explique la facilidad con que se adaptó a su discurso monosilábico durante los ocho años que ejerció como líder de la oposición en espera de poder cumplir los deseos de su mentor político. Hasta tal punto asumió su destino negativo que ha terminado por decir No a su propio abuelo, Enrique Rajoy Leloup, redactor del Estatuto de autonomía de Galicia en 1932 apartado por su paisano Franco de la Universidad hasta 1950.

MariaNo ha sido el primer presidente electo de España que No explicó su programa electoral durante la campaña y el primero que No ha cumplido la mayoría de las cosas que prometió. El primero que No gobierna para su pueblo, el primero que No da la cara nunca, el primero que No explica en su país lo que le ordenan desde el exterior, el primero al que No le entristece las situación dramática de sus votantes, el primero que No aparenta sentimiento humano alguno, el primero que No titubea al elegir entre el pueblo y la banca. Es el primer presidente que No trabaja para su país.

– Don MariaNo, ¿gobierna pensando en los intereses de España?

– No, los intereses de España son los intereses de los mercados y hay que ganarse su confianza.

– ¿Es usted consciente del daño que hace a los españoles?

– No, es Zapatero el único responsable de cualquier daño que produzcan mis actos.

MariaNo está radiante porque nunca imaginó que la situación económica mundial le permitiría cumplir su promesa matrimonial (imponer su ideario neoliberal) de una forma tan rotunda. MariaNo, flanqueado por sus peones económicos, por sus ministros tardofranquistas y por su imponente sección femenina, No tiene rival sobre el tablero rojigualda, se siente un Campeador que ha sustituido sobre el caballo al caudillo, descabalgado por lo que creímos era una democracia, para ganar su batalla después de cuarenta años. MariaNo ha sabido esperar a que caigan las piezas rojas bajo el temblor de la crisis y la ausencia de una estrategia propia. El rey está en jaque continuo por el alfil de marfil, la torre de Noos y su propio caballo cojitranco que le ha hecho besar el suelo de España en varias ocasiones, aunque ninguna de ellas fue jaque mate.

MariaNo prepara minuciosamente su jugada maestra para dejar España sin representación popular. No quiere que haya concejales ajenos a las piezas azules y a las desteñidas piezas rojas sobre el tablero y para ello suprime el 30% de representantes populares minoritarios; tampoco acepta que haya piezas diferentes en parlamentos autonómicos y propone disminuirlos a la medida de sus aspiraciones; sólo permite que se le diga que «Sí» a todo lo que hace, como un niñato enrabietado que No acepta un «No» por respuesta.

– ¿Qué opina de la educación pública?

– No debe ser univesal Ni gratuita.

– ¿Qué opina de la sanidad pública?

– No es un derecho.

– ¿Qué opina de la dependencia?

– No debe interferir en el negocio privado.

– ¿Qué opina de los derechos cívicos?

– No son un problema. ¡Que se jodan!

Ante este panorama, la ciudadanía debe responder con un contundente clamor: ¿MariaNo Rajoy? NO, gracias.