Nunca jamás la derecha de este país aceptó el estado de las autonomías como posibilidad de acercamiento democrático de las decisiones políticas a la realidad concreta de cada región, de cada votante. Desde el principio, negaron a Andalucía el derecho a tomar las riendas de su destino porque nunca nos contemplaron como ciudadanos con otra posibilidad que no fuera servir al señorito como mano de obra barata emigrada a Madrid, Cataluña o el País Vasco. Javier Arenas ya hizo campaña en contra del Sí en el Referendum por la Autonomía de Andalucía.
El regreso al pasado nos está devolviendo a los andaluces a un estado de pobreza, incultura, enfermedad y menosprecio del que habíamos salido durante el sueño vivido desde el referendum hasta ayer mismo. Este duro y triste despertar, además de la pérdida de casi todas las conquistas sociales, ha recuperado el fantasma traidor de Lauren Postigo encarnado, 32 años después, en el fantasma de carne y hueso de Cristóbal Montoro. Montoro es un fantasma charnego que reniega de su origen andaluz y presume de ser genovés.
Este propietario de tres pisos en Madrid, que cobra 1.823,86 euros al mes en concepto de alojamiento gracias a su partida de nacimiento y su dura cara, es quien pide cada día sacrificios y cooperación a quienes vivimos envueltos por las telarañas que salen de nuestros bolsillos. Montoro, fiel a su partido y traidor a su comunidad natal, tampoco cree en las autonomías y no soporta que Andalucía haya administrado su miseria y su corrupción de manera menos asfixiante que otras comunidades gobernadas por su partido.
La estrategia de Montoro es conseguir a través de la economía no ya el objetivo de déficit, sino el objetivo de cargarse el estado de las autonomías, la vuelta a esa España, una, grande y libre a la que las urnas no consiguen quitarle el intenso olor a naftalina que desprende. Las palabras de Aguirre, Feijoo y otros miembros del PP que reclaman la disminución representativa de los parlamentos autonómicos, o directamente su eliminación, reman coordinadamente en el mismo sentido que la actuación de Montoro ayer en la reunión con los representantes autonómicos.
La palabra solidaridad recibió ayer un navajazo mortal en el bajo vientre de Andalucía. La proporcionalidad del esfuerzo exigido no tiene en cuenta la gestión mejor o peor de unas u otras comunidades, sólo interesa que la crisis se las lleve por delante a todas por igual. Europa ha suavizado las condiciones a España, pero Montoro endurece las de sus autonomías. Montoro premia a Valencia con 1.200 millones de Euros y castiga a Andalucía con sólo 200. Montoro impone a su Andalucía 3.000 millones de euros más en recortes para finiquitar de una vez la sanidad y la educación pública de sus paisanos. Montoro no se puede permitir que cualquier español no andaluz vea que hay un modelo autonómico tan corrupto como el que más pero con un menor endeudamiento que las comunidades estrella del PP.
Montoro se está haciendo acreedor al título de persona non grata en Andalucía.
No creo que le importe.