Herodes se instala en La Moncloa.

Siempre me pareció que el castillo de Herodes, con sus soldados armados, sobraba en el belén de casa, pero, en mi infancia, era la única pieza que tenía una utilidad lúdica más allá de las fiestas navideñas, pues servía para enfrentar ejércitos de buenos y malos junto al fuerte de los soldados, los tipis indios y los tanques de plástico de mis amigos.

Los niños siempre decidían quiénes eran los buenos y quiénes eran los malos en función de las guerras que inventaban y del material o el estado de conservación de las figurillas de plástico. El papel de malos solía recaer en las figuras descoloridas o amputadas por el uso; los buenos solían ser las figuras que mejor resistían el paso del tiempo o que estaban policromadas. Los guardias de Herodes, policromados y de plástico resistente, solían desempeñar el papel de buenos a pesar de que eran, junto a los indios, los personajes más deficientemente armados y sospechosamente vestidos.

Su verdadero papel de desalmados asesinos de infantes nunca se sacaba de la caja de cartón donde descansaban junto a pastores, animales, artesanos, ángeles, reyes magos, san José, la virgen y el niño, desde el siete de enero hasta el veinte o veintidós de diciembre. En la edad adulta es cuando se comprende el papel asignado a Herodes y su guardia en el belén: figurar en un escenario destinado al público infantil como un referente del poder y las leyes que inexorablemente les vigilarán y les condicionarán cuando sean mayores.

A los niños y a los jóvenes se les ha restringido recientemente su derecho a la educación en etapas no obligatorias, o sea, preescolar, bachillerato y universidad, en el caso de que la economía familiar no disponga de remanentes suficientes para costearla.

Se les limita el derecho a una sanidad de calidad en la medida en que se limita el acceso a la misma a sus padres si éstos no pueden afrontarla económicamente. Se les niega en Castilla La Mancha hasta la prueba del talón, considerada por Dolores de Cospedal un capricho prescindible y reemplazable por unas plegarias y unos cirios encendidos días antes del parto.

Esperanza Aguirre ha decidido que atender a los niños autistas de Madrid es un despilfarro económico, seguramente porque estos niños nunca llegarán a ser trabajadores rentables para ninguna empresa, ya que su estado les impedirá rendir como dios manda.

Los gobiernos que posibilitan este tipo de exterminio infantil pertenecen al partido para el que la iglesia española pide el voto cada dos por tres como defensores de la familia y de la infancia que se autoproclaman. No es de extrañar, tratándose de una iglesia cuyo extravío sexual le lleva a pontificar sobre sexo, familia y otros menesteres de los que enfermiza y voluntariamente se privan de conocer y cuyos efectos nocivos para la salud también reperccuten en niños y niñas acosados sexualmente por curas de todo el mundo.

Esta misma iglesia es la que permite que un cura niegue la comunión a una discapacitada y remate la faena pecando más con la justificación que con el hecho en sí mismo. Para este cura, y para una parte importante y poderosa de la iglesia, las personas que no son como dios manda tampoco pueden acceder a los beneficios que la religión ofrece al resto de los mortales. Este mismo cura, quizás, no lo sé, se permita bendecir, hisopo en mano, a los cerdos el día de san Antón.

Viendo este tipo de actitudes es como se comprende el verdadero papel de Herodes en un belén, es como se comprende el castigo desde la infancia a una sociedad condenada a sufrir por los incumplimientos bíblicos y constitucionales que los poderosos practican con insano placer y perversa complaciencia.

Por si fuera poco el castigo a que nos someten, llega Gallardón, con la Biblia en una mano y la Constitución en la otra, y se permite hurgar en úteros ajenos para imponer por bendecido decreto la venida al mundo de seres congénitamente malformados que luego serán abandonados miserablemente por sus compañeros de escaño y por sus compañeros de púlpito.

En esta guerra que vivimos, los niños hacen el papel de malos y ya saben quiénes hacen el papel de buenos.

Su dios les premie como se merecen.

Un comentario el “Herodes se instala en La Moncloa.

  1. Verbarte dice:

    Gracias, aj. Solucionada la indigestión producida por la «h».

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