¡Maten a los funcionarios!

El PP (sobre todo su sección femenina, encabezada por Aguirre y Cospedal) se está aplicando como un campeón de la manipulación, con el apoyo inestimable de sus incendiarios aliados mediáticos, en utilizar las técnicas de propaganda de Goebbels para allanar las mentes y las resistencias ciudadanas de cara a expandir su pensamiento neoliberal y aniquilar toda posible defensa del estado del bienestar y de los derechos cívicos.

Llevan tiempo propiciando una velada bronca civil que enfrenta a unos trabajadores con otros, suministrando la munición dialéctica de los estereotipos a sus seguidores y minando la convivencia y el raciocinio con leyendas urbanas que estallan en las bocas tertulianas en bares, velatorios, timbas de dominó y redes sociales. El pueblo, agraviado y desanimado, no duda en apuñalar con mentiras y medias verdades a quien tiene más próximo, al vecino.

Estamos asistiendo a un desmantelamiento progresivo de la dignidad y de la convivencia. La frustración y la desesperación necesitan dianas fáciles para desfogar y el PP convierte en dianas a los “vagos” maestros, a quienes defienden a los trabajadores, a los “vividores” que han perdido su trabajo, a los “ineficaces” funcionarios, a los “drogadictos” enfermos, a los “malos” estudiantes, a los “parásitos” pensionistas que no trabajan, a los “mimados” mineros y a quien muestre su disconformidad con la crucifixión a la que nos someten por nuestro propio bien. Para ello, qué mejor que tirar de las enseñanzas de Goebbels y repetir mil veces una mentira para que se convierta en verdad o difamar para que algo quede.

El pueblo español, poco dado a la participación ciudadana y muy dado a creer en providencias divinas o humanas que le solucionen sus problemas, está totalmente entregado a pensar y opinar desde el aparato digestivo saturado por los bolos y los bulos que le suministra quienes están entregados a pensar por él. El cerebro y la capacidad de análisis y raciocinio se reservan para otros menesteres anestésicos como el fútbol o los concursos televisivos.

Los funcionarios, tradicionalmente han sido contemplados con una mezcla de incomprensión, temor y envidia por quienes han optado o no han tenido otra salida para sus vidas que el trabajo por cuenta ajena. Incomprensión hacia una juventud malgastada estudiando y preparando oposiciones al margen de la diversión y el dinero rápido, temor porque el empleado público suele trabajar en la trinchera que separa las necesidades ciudadanas de las obligaciones con el estado, y envidia porque cuando se compara el trabajo y los beneficios derivados de éste la mayoría de los ciudadanos salimos malparados respecto a los empleados públicos.

Suelen castigar los ciudadanos, y el gobierno potencia este castigo, al empleado público con la sospecha del enchufismo, con la denuncia de la holagazanería y con el sambenito del privilegio. Estos ciudadanos evaden así, de alguna manera, sus propias frustaciones ante sus trabajos mal pagados, mal considerados y no defendidos por ellos mismos, frustraciones propiciadas por el carácter servil y sumiso de la mayoría de los trabajadores, ajenos a la defensa colectiva de sus propios intereses y satanizadores de un sindicalismo que les pueda señalar ante el jefe que le da de comer. El empleado público ha conseguido su estatus a base de continuas negociaciones colectivas a las que la mayoría de los trabajadores por cuenta ajena han renunciado asumiendo y repitiendo los negativos estereotipos sindicales que la patronal y los gobiernos del PP han difundido de forma eficaz e interesada.

Por su parte, los empleados públicos han optado por diferenciarse del resto de los trabajadores llegando incluso a crear unos sospechosos aunque legítimos sindicatos sectoriales entregados en exclusiva a defender sus intereses al margen de los intereses generales de la ciudadanía. Esto les ha llevado a aparecer ante la opinión pública como una clase egocéntrica que va a los suyo y que habitualmente se desmarca de la unidad en las propias negociaciones colectivas sectoriales y de la unidad de acción con el resto de fuerzas sindicales ante situaciones que afectan al conjunto de la ciudadanía.

Son tiempos de unir esfuerzos y afrontar desde posiciones comunes el tremendo ataque a los derechos y las libertades cívicas que el PP está llevando a cabo con la escusa de la crisis.