Y Rajoy se corrió de gusto

Rajoy, con el pañuelo en su izquierda y aireando el cuerpo con la derecha, sonríe por la faena bien hecha.

Dicen las malas lenguas que, desde que Rajoy salió -esposado y con una bola de goma taponándole la boca- de la cama de Merkel, sus andares y su sonrisa no eran los mismos. Algunos malpensados señalan a un aparatoso bulto en su entrepierna como el causante de su rígido caminar y su alelada sonrisa.

Viéndole babear en la tribuna mientras anunciaba, uno tras otro, los recortes y el dolor a que nos somete, comprendí que su actitud no correspondía a la de una persona normal, que la falta de humanidad en sus palabras y en su persona eran propias de quien padece un trastorno disimulado de psicópata. La tribuna tapaba la zona baja de su cuerpo (en el sentido físico de la palabra, ya que moralmente es todo bajo) y no permitía comprobar los rumores sobre el sospechoso bulto. Recordé las lágrimas y la voz entrecortada por el dolor de la ministra italiana mientras anunciaba los recortes en su país y sentí miedo al contrastar su imagen con las falsas lágrimas secas y la ausencia de sentimientos de Rajoy.

Tuve miedo. Se le veía radiante de placer mientras anunciaba la subida del IVA, mientras metía la mano de nuevo en los bolsillos y la dignidad de los funcionarios, mientras liquidaba a las autonomías siguiendo con nostalgia su ideal de “España una, grande y libre”, mientras ofrecía el sacrificio de los sindicatos derrotados en el altar de la CEOE, mientras condenaba a discapacitados y dependientes a ser arrojados por el monte Taigeto como hacían en Esparta, mientras anunciaba una ampliación del castigo que ya sufren los desempleados, mientras anunciaba… la esclavitud como forma de vida adecuada a nuestras posibilidades.

Tuve miedo, pánico, cuando vi a la mayoría absoluta de los “representantes” del pueblo aplaudir y jalear con indisimulada satisfacción cada uno de los latigazos descargados por Mariano sobre sus súbditos. Salí de dudas sobre la humanidad de los palmeros cuando me enteré de que la diputada, de pijo aspecto ario y genética corrupta, Andrea Fabra gritó con sinceridad “Que se jodan” aludiendo a los parados. Sentí terror al recordar la actitud de sus correligionarias acusando al pueblo de protestar como escusa para azuzar a unos cuerpos de seguridad del estado, deshumanizados y fuertemente armados, como garantes de un orden que ellos mismos quiebran implantando el terror en las calles.

La relajada cara de satisfacción de Mariano y sus secuaces, posterior a la sesión parlamentaria, me corroboró que el presidente había disfrutado de lo lindo, que su satisfacción había ido más allá de lo exigido por Merkel, que el anuncio de nuestra ruina había sido para él un orgasmo ideológico de primera magnitud.

Supe entonces que Mariano Rajoy se había corrido en la orgía colectiva de su partido, aunque ninguna mancha en su entrepierna lo haya certificado.

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Días después, como es costumbre de estos profesionales de la política, han salido a la palestra parte de los impresentables aplaudidores de nuestro dolor, con la misma cantinela de siempre, tratando de tapar la vergüenza de sus aplausos con los apalusos de vergüenza del PSOE ante los recortes de Zapatero hace dos años. Quienes opinan en foros y tertulias, con el odio al contrario como único argumento disponible en sus desolados cerebros, repitiendo este tipo de réplicas, siguen el juego a esos políticos que les machacan desde ambos bandos.

Fueron vergonzosos los aplausos del PSOE en 2010 y son vergonzosos hoy los apalusos del PP. Este partido, llevado por el placer que le produce cualquier tipo de recorte, aplaudió los recortes del 2010, los del 2012 y aplaudirá los que quedan por venir.

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En este país, tierra de juglares, poetas y cantautores, sorprende la velocidad con la que ha saltado a la plaza virtual de la redes sociales una composición sobre el espectáculo ofrecido por nuestros políticos en el Congreso. Andrea Fabra ya tiene su canción con letra y música de Diego Escusol:

Un comentario el “Y Rajoy se corrió de gusto

  1. Fajador dice:

    El artículo está muy bien, pero la canción de Escusol es insuperable.
    Los sindicatos tendrían que formar unas rondallas populares que recorrieran las calles divulgando esa música tan digna y con esa letra tan apropiada para los hechos que hemos conocido gracias a las cámaras. A lo mejor le daba más resultado que las tradicionales «movilizaciones»

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