«¡Rebélate!” era el eslogan de Izquierda Unida durante las últimas elecciones. Con él, la coalición llamaba a la ciudadanía a no aceptar sumisamente la imposición de políticas neoliberales por los gobiernos del PP y del PSOE, a denunciar una administración engordada groseramente por cargos de confianza y familiares de los partidos en el poder, llamaban a votar a una coalición limpia y rebelde con el sistema que tenía motivos y políticas diferentes para ofrecer a la ciudadanía.
Llegaron las elecciones nacionales y la coalición se encontró con un repunte de votos y de escaños que le permitieron sacar pecho y lucir legitimidad en el parlamento para, desde allí, realizar una oposición responsable y ofrecer alternativas diferentes a la política neoliberal practicada a dúo por PP y PSOE. Aún estaba reciente el “escándalo” montado por la Asamblea de Extremadura que había decidido no apoyar en la comunidad al candidato del PSOE, facilitando el acceso al poder de un PP que aumentaba así la mancha de poder azul en España. Fue la decisión tomada por la militancia extremeña en contra del parecer de la dirección nacional de la coalición.
Durante la campaña andaluza, Arenas se vio presidente, Griñán se encomendó a todos los santos y Valderas se hizo una foto depositando ante notario sus compromisos electorales con el pueblo andaluz. Los resultados de las elecciones volvieron a suspender a Arenas, obraron el milagro para Griñán y la esperanza de Rebelión llenó de gozo y de votos a IU. En un gesto sin precedentes, IU llamó a referéndum apresurado a sus bases que mayoritariamente se decantaron por la responsabilidad del cogobierno, no sin oposición interna y con varios condicionantes a tal cogobierno. Las prisas, siempre malas consejeras, hicieron que la comisión negociadora de IU aceptase unas condiciones y unos términos que no han convencido a su militancia ni a su electorado.
El temido “reparto del poder” se ha producido. Las políticas alternativas han sido forradas con la piel de unos sillones y amordazadas con un cupo de cargos de confianza y direcciones generales.
Valderas, en lugar de acudir al notario para rescatar sus promesas, se ha apresurado a tirar del argumentario sobado y manido que manejan los líderes del PP y los líderes del PSOE para justificar su repentina pose travestida de recortador. Ha aprendido a implorar alegando que la situación es peor de lo que se esperaban (¿qué se esperaban?), ha aprendido a posar en las fotos correctamente vestido, ha aprendido a pedir tiempo, ha aprendido a culpar a otros de sus decisiones y ha aprendido a respetar sumisamente a Griñán como jefe.
Valderas, olvidado su programa en los archivos notariales, se ha apresurado a dirigir el desembarco de su equipo en las rendijas de poder que Griñán le ha acotado en el laberinto putrefacto de la Junta de Andalucía. Lejos de abrir ventanas para que corra el aire y purifique la atmósfera corrompida, Valderas ha contribuido a viciar aún más el aire cerrando las escasas ventanas que resistían entornadas para evitar que la luz permitiera ver los criterios de selección de su equipo para ocupar direcciones generales o delegaciones provinciales. Cuando se ha abierto la puerta del BOJA para anunciar los cargos, una ráfaga de olor a nepotismo ha hecho que gran parte de su electorado y de su militancia haya recurrido a las pinzas, esta vez para taponar las narices que tales nombramientos han tocado.
Porque Valderas ha tocado las narices a la militancia de IU justificándose en la prima de riesgo y en los méritos no sanguíneos de su equipo, cada vez son más las plataformas creadas en el seno de IU y cada vez son más las asambleas locales que se están pronunciando para que se abandone inmediatamente el cogobierno y, desde la oposición, se exija a Griñán que acepte las propuestas electorales de IU que duermen el sueño de los justos en la notaría.
Las bases de IU se han apropiado del eslogan electoral y se están rebelando en contra de las políticas neoliberales, en contra de la prima de riesgo de Valderas, en contra del nombramiento del hermano de Centella y en contra del nombramiento de la hija de Meyer.
El PP se frota las manos tras aplaudir esta actuación y la calle murmura que «todos son iguales».
Si no se han abierto puertas y ventanas desde el poder, hay que hacerlo desde la oposición.