Camisas y política nacional

Los nuevos descamisados

Durante los dos últimos años se ha venido practicando en el ruedo ibérico una nueva forma de hacer política que ha dado lugar a un novedoso concepto: la política fashion. A partir del 15M, los políticos profesionales han pasado a un segundo plano ético y político superados por la protesta espontánea y anónima de millones de personas que se echan a la calle periódicamente para protestar, entre otras cosas, por el problema que para España y la propia democracia supone la propia clase política. La voz del pueblo se acompaña de modestos y variados carteles -alejados de la uniformidad pactada de las manifestaciones “oficiales” de sindicatos y asociaciones tradicionales- y con camisetas y otros símbolos que se lucen públicamente durante y después de las manifestaciones para expresar públicamente un rechazo o un apoyo hacia una causa concreta.

Lejos quedan las campañas electorales de los 80 en que Alfonso guerra arengaba a los descamisados desde la tribuna a la par que iba renovando las camisas de su fondo de armario. Fueron estas camisas símbolos recurrentes de la demagogia practicada en aquel momento ante un pueblo que acababa de salir de un periodo en el que las camisas viejas o las camisas azules eran símbolos de un horror demasiado reciente a punto de acabar.

Ahora, las manifestaciones han pasado a llamarse “mareas” y se apellidan con el nombre de un color -verde, violeta, amarilla o negra- en alusión a las camisetas reivindicativas que portan sus integrantes. Hasta los hemiciclos nacionales o autonómicos han llegado estas camisetas portadas por representantes del pueblo, como apoyo a tal o cual causa, que han sido amonestados por los rectos presidentes de las cámaras por apartarse de lo políticamente correcto. Como se ve, hasta en cuestiones de moda se muestran los estamentos políticos distanciados y distantes del pueblo que les vota.

Con la llegada del PP al gobierno central, la derecha política y la derecha mediática han hecho causa común para criminalizar estos movimientos ciudadanos que les restan protagonismo y amenazan su hegemonía en el ordeno y mando. Los ataques son tremendos, prohibiendo en actos públicos e incluso en las aulas de algunos centros el uso de las camisetas como forma de reivindicación, prohibiendo, en última instancia, la reivindicación misma y amputando la libertad de expresión.

Parece que el PP, al calor de la crisis, no se conforma sólo con cercenar derechos y libertades, sino que tiene la tentación de proponer la camisa nueva que cantaban sus mayores (y algunos que aún continúan en la brecha del poder) como uniforme en su nueva y refundada España, aunque haya que recurrir a los tradicionales métodos de sangre y fuego que forjaron aquella España grande y libre con los mismos protagonistas. Asturias, donde la Guardia Civil ha hecho que los mineros vuelvan a lucir una camisa roja de sangre de un compañero, da fe de ello.

 La verdad, la libertad y la democracia están cada vez más desnudas.